Jazz, Dios e Irlanda


Ken Loach (dir.), Jimmy’s Hall. Barry Ward (James Gralton), Simone Kirby (Oonagh), Andrew Scott (el padre Seamus), Jim Norton (padre Sheridan), Sixteen Films, Element Pictures, Why Not Productions, Wild Bunch, 2014.

Una de las películas que más nos ha gustado pero que ha sido bastante mal recibida. Ken Loach siempre genera grandes expectativas y cuando presenta una película «demasiado académica», no hace otra cosa más que decepcionar.

La última película de Ken Loach, Jimmy’s Hall, fue presentada a la competición de Cannes de este año. Sin embargo, los críticos en Le MondeLes Cahiers du cinéma y otras revistas especializadas de Francia, ven sobre todo una película «que huele a naftalina» (Les Cahiers du cinéma, julio-agosto 2014, n° 702). Demasiado académica, una fórmula muy usada y una trama predecible, la producción no traiciona el origen teatral de la historia: el libreto está basado en una obra de teatro escrita por Donal O’Kelly.

Efectivamentem quizás Jimmy’s Hall no sea una de las grandes películas ni de Ken Loach ni de los últimos años, pero tiene la virtud de la oportunidad. La reflexión a la que invita esta historia va más allá de . Éso, sin contar que hay momentos muy logrados, en particular durante las escenas en las que el jazz ocupa el primer plano.

Irlande : combat dans les rues : [photographie de presse] / Agence Meurisse
Irlanda. Combates en las calles (fotografía de prensa). Agencia Meurisse, París. 1922. negativo sobre vidrio; 13 x 18 cm (sup.). Fuente: Biblioteca Nacional de Francia
Jimmy’s Hall cuenta la historia de Jimmy Gralton, quizás el activista comunista irlandés más importante. Debido a sus actividades sindicalistas y aprovechando su doble nacionalidad, las autoridades británicas deportaron a Gralton, lo que lo convierte en el único irlandés deportado de Irlanda de la historia.

Loach se concentra en la última estancia de Gralton, durante la cual intenta reabrir un salón de reuniones. El cura local se opone, pues supone un riesgo para su autoridad. La tensión va subiendo hasta que Gralton es expulsado.

Dublín, oración por el alcalde de Cork (niños). Fotografía de prensa. Agencia Rol, 1920. Negativo sobre vidrio. 13 x 18 cm (sup.) Fuente: Biblioteca Nacional de Francia

Más allá de los defectos tiene la película, la trama permite asomarnos a la historia de Irlanda, lo que no es poco para alguien como yo que conoce muy poco de ese país. Pero creo que su principal virtud se encuentra en el recordatorio del poder de la iglesia. El papel que juega el cura local en la historia de Gralton nos recuerda cuánto le ha costado a las clases pobres y a los trabajadores el conservadurismo eclesíastico y, en este caso particular, de la iglesia católica. Es muy simbólico el diálogo sostenido entre los dos curas de la parroquia de Effernagh, su ciudad de origen: «La educación es un asunto exclusivo de la iglesia», le dice el cura viejo (Jimm Norton) al joven (Andrew Scott).

En ese sentido, la historia de Gralton, de Irlanda y la trama contada por Loach son universales, porque no dejan de repetirse y porque tratan de problemas cuyas respuestas aún seguimos buscando.

Segunda virtud de la película: esa música de jazz que, aunque en pequeñas dosis, va acompañando el desarrollo de los personajes, y que sirve de pretexto para la confrontación entre la iglesia y el pueblo al que se supone debía proteger.

Por último, es curioso saber que los estudios Pixar ayudaron a Ken Loach en la edición de esta película. Quizás, dicen por ahí, esta sea una de las últimas películas editadas de manera «artesanal», y no con equipo digital. En la mayoría de los casos, hoy se ocupa equipo digital y programas como Avid o Final Cut Pro. Sin embargo, Loach insistió en montar la película en una máquina Steenbeck, la que sólo encontró en los estudios Pixar.

Los cortos, por acá:

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